Una pataleta, un resumen y casi una reflexiónNunca me ha simpatizado mucho
The Economist. Como todos los temas son inteligentes me humilla y me saca en cara mi ignorancia. Pero también lo odio por culpa de todos esos pastelitos que andan reclamando para Chile un medio como la revista inglesa. ¿Con qué ropa? A veces los que lo dicen son lectores, casi nunca del Economist, a los que les encanta el lugar común de que los periodistas son ignorantes, malos, que la carrera es frívola y debería ser un postgrado. A lo mejor tienen razón, pero yo les propongo discutir sobre el público en un país donde se supone que el 80 % no entiende lo que lee y es incapaz de seguir las indicaciones para hacer no sé, una mamadera. El
Economist quieren los muy perlas.
Pero esto no pasa sólo afuera de los medios, también he visto a jefes, editores y periodistas que piden reportajes y hacer de su medio algo como el semanario inglés. Genial, excelente. A esos visionarios les sugiero que partan por despedir a toda su planta de periodistas de puros menores de 30 años y se busquen a una tropa de magíster, doctorados, les paguen tres veces más, les den un par de meses para hacer sus artículos y después tengan los cojones para publicar lo que traen de vuelta. Ah… además pido que inviertan los recursos necesarios para tener una
unidad de análisis y estudios como la de esa revista. ¿De a dónde?
Como los medios andan persiguiendo obsesivamente conectar con el público, finalmente tenemos los diarios, revistas, la radio y la televisión que nos merecemos (me encantaría poder decir lo mismo sobre los parlamentarios pero lamentablemente, por culpa de ese descaro que se llama sistema binominal, tenemos los que las coaliciones nos designan. ¿O alguien eligió mucho en la última elección en la Décima región, por ejemplo? No viene al caso pero es bueno decirlo). Para mí, los medios chilenos no son malos o no tanto como le encanta decir al público y a los periodistas. Tratándose de los diarios, son casi más de lo que nos toca, tanto, que a veces parecen desconectados de la realidad. Creo que fue a Carlos Peña al que le leí una vez que cuando abría los diarios se sentía viviendo como en Holanda, como si tuviéramos puros problemas de país desarrollado.
Pero caí De todos modos, igual me concentré en el ya a esta altura no tan reciente artículo de esa revista,
"More media, less news" dedicado al declive de los diarios, el que toca algunos aspectos importantes del periodismo.
En el último tiempo han caído las ganancias y los lectores, sobre todo los jóvenes, de los diarios impresos. Todo por culpa de lo on-line. A estos medios les ha costado subirse al carro de la tecnología, y sólo recientemente sus páginas web han pasado de ser una mera réplica digital de su versión en papel a una prioridad a la que están destinando los mejores periodistas (por ejemplo, hace un par de meses
The Guardian decidió no esperar más que el diario saliera a la calle para poner sus contenidos en la web y creo que la semana pasada el maligno
The Sun renovó su página).
Esto ha sido recompensado con un aumento de la publicidad online, que tiene el problema que es mucho más barata que el avisaje en papel por lo que no logra compensar la pérdida de éste último. En ese escenario se corre el riesgo de que los esfuerzos por mejorar las web sólo aceleren el declive del impreso y arruinen el negocio. Ante eso, según el artículo, los dueños de estos medios deberían repensar su negocio on y off-line y eso pasa en buena parte por volverse más comerciales y sobre todo por reorientarse periodísticamente y empezar a hacerle caso a los malditos consultores (el insulto es mío, no del Economist): “Nuestras investigaciones demuestran que la gente está buscando más utilidad de los diarios”, dice uno de ellos. Entonces, hay que acercarse más al lector a través de contenidos que privilegian lo local y asumir que el público, sobre todo el de los medios en internet, busca informaciones que le permitan mejorar su calidad y estilo de vida. En resumen, hacer un tipo de periodismo más individualista y doméstico y menos orientado a lo público y a mostrar que hay algo más allá del barrio, o al menos yo lo entiendo así. Ese es justamente el tipo de cobertura que explica que una buena parte de los gringos se preguntara por qué los odiaban después de los atentados del 11 de septiembre y que cinco años después todavía no lo tengan claro.
¿Qué pasa en ese contexto con el periodismo duro que se preocupa de otras cosas aparte del último local de moda, se mete con los poderosos y denuncia la corrupción, por ejemplo? Eso es lo que trata de resolver la revista inglesa en la editorial
"Who killed the newspaper?”. Según ésta, como el negocio de venderles palabras a los lectores y lectores a los avisadores está decayendo, los diarios están tratando de reducir costos invirtiendo menos en periodismo y gastando más en tratar de atraer a los lectores jóvenes con historias de farándula, servicios, estilo de vida y temas que parecen ser más importantes para la vida diaria de las personas que la política y la cobertura internacional. Aunque eso erosiona el rol del periodismo como fiscalizador público y cuarto poder, según
The Economist, la democracia va a sobrevivir a este declive. En parte porque algunos de los medios que sí invierten en periodismo de investigación, como el
New York Times y el
Wall Street Journal están en buen pie (y los que tienen mayores probabilidades de morir son los que están a medio camino entre la mera entretención y el periodismo duro). También porque internet ha aumentado casi ilimitadamente las posibilidades de obtener información y ha permitido la emergencia del periodismo ciudadano y los blogs. Si bien los blogeros todavía están más dedicados a la opinología que al reporteo, que eso cambie es solo cosa de tiempo. Y por último, dice la editorial citando un
reporte de la Carnegie Corporation, es probable que parte del periodismo que se mete en temas conflictivos comience a ser financiado por organizaciones sin fines de lucro como de hecho ya ocurre en el caso de medios como
The Guardian,
que se financia a través de un fondo que dejó un señor en 1936,
The Christian Science Monitor y
National Public Radio.
Así las cosas, de acuerdo a The Economist el futuro del periodismo descansa en “un grupo de diarios serios, de elite, disponibles en forma universal a través de la web, periodismo independiente respaldado por organizaciones de caridad, miles de enardecidos blogeros y periodistas-ciudadanos bien informados”. La editorial motivó una respuesta en el
Washington Post de
Álvaro Vargas Llosa que al final dice casi lo mismo. En cuanto a mí,
The Economist me llevó a hacer importantísimas reflexiones, según yo geniales, por lo que estuve ocupadísima desarrollándolas. Eso hasta que pasó la fase eufórica y me di cuenta de que me estaba desviando, así es que por el momento me autocensuro y lo dejo hasta aquí, a ver si en el futuro logro ordenar las ideas.