Los chilenos necesitamos que el compromiso de muchos medios con el futuro del país, con la verdad, la justicia y el bien, se refleje en las tareas que encomienden a sus profesionales, de manera que, sin olvidar su labor de denuncia, no privilegien con tanta frecuencia, de manera realmente atemorizadora, el rostro sombrío, trágico y destructor del delito, la injusticia, la corrupción, la violencia, la confrontación y el fracaso, sino más bien las innumerables acciones de bien, que inspiran confianza en los hombres y las mujeres, en los jóvenes y los niños de Chile. Estas obras las realizan, sin una adecuada cobertura mediática, incontables voluntariados, servidores públicos y personas generosas que se han consagrado al servicio de quienes más lo necesitan. Se podría dar más publicidad a los acuerdos unánimes del Parlamento; al trabajo serio y apegado a la Constitución y a La ley de los Tribunales de Justicia y del
Tribunal Constitucional; a la labor de enseñanza e investigación de las universidades y de otros institutos de educación; al compromiso social de muchas empresas y organizaciones gremiales, como la Cámara Chilena de la Construcción; a la generosidad y la fe contagiosa de innumerables misioneros, y a los trabajos solidarios que brotan una y otra vez del empeño social de tantos jóvenes y adultos. Igualmente, quisiéramos saber más del reconocimiento que reciben nuestras Fuerzas Armadas y de Orden por sus misiones de paz en países hermanos, y por labores humanitarias que realizan en lugares de difícil acceso o en situaciones catastróficas.
La intención del cardenal responde a una demanda social que aflora de vez en cuando con respecto a la responsabilidad de los medios como interpretadores de la realidad. Ésta, pareciera clamar la sociedad, no es tan angustiosa como la pintan. “El delito, la injusticia, la corrupción, la violencia, la confrontación y el fracaso” servirían más que para describir el estado actual de las cosas exclusivamente para vender más. Tal vez si los medios no estuvieran tan obsesionados con “lo malo”, podría emerger “lo bueno”, y así la sociedad funcionaría mejor.
Pero sin querer hacer aquí una defensa de los conglomerados periodísticos, pienso que esta visión, aunque bien intencionada, es más una suerte de llamado político a los dueños de medios para intentar poner paños fríos a una sociedad que empieza a calentarse. Es lógico y legítimo que el Cardenal quiera hacer algo así. Sin embargo, desde el punto de vista de los medios, me parece complicado aceptarlo o, si me apuran, incluso analizarlo. Asumiendo que en Chile los medios tienen bastante impunidad para salirse con la suya, sostener que lo que hace falta hoy en el periodismo chileno es una política de “good news is news” es un despropósito. Querámoslo o no, no funciona así. Nunca ha funcionado así.
El mensaje del Cardenal no solo quedó allí. Durante el Tedeum, cinco hombres y mujeres ancla de los distintos canales (Maritxu Sangroniz, Constanza Santa María, Karina Álvarez, Juan José Lavín y Felipe Vidal), llevaron una cruz hasta el altar. El plano simbólico de la ceremonia quedó así, de alguna manera, respaldado por los periodistas –y es evidente que funcionó, al menos para el autor de este post, que de otro modo habría seguido el Tedeum con la misma indiferencia de años anteriores. Es evidente que sería ridículo criticar la acción desde el punto de vista de las creencias personales. Pero el asunto escapó del ámbito privado: los conductores participaron de la ceremonia en virtud de su figuración y credibilidad pública. No eran solo personas privadas, sino rostros de los propios medios a los que les había llegado –o les llegaría, ignoro si la escena se registró antes o después de la homilía– el “raspacachos”. ¿Estarán de acuerdo ellos o, lo que es más importante, sus jefes? ¿Los jefes de sus jefes? ¿Querrán cambiar el sangriento asalto ocurrido en la tarde por una feliz nota que hable de gente que se ha salvado gracias a operaciones AUGE? ¿Van a relegar al segundo bloque un robo de proporciones en Chiledeportes o en Ferrocarriles, y a cambio van a abrir con un excelente alegato en el Tribunal Constitucional?
No es solo que los medios “se cierren” a las “good news”, sino que los desafíos del periodismo chileno no van por el lado de suplantar un tipo de información por otra, o de regresar a la práctica de cronometrar el tiempo o medir los centímetros dedicados a uno y otro tipo de noticia. El asunto en realidad se trata de incrementar, profesionalizar y complejizar el ejercicio periodístico justamente para poder enfrentar, entre otras, la “labor de denuncia” de una mejor manera. En mi humilde opinión, en la medida que el reporteo sea cada vez más profesional, más servicio le hace el periodismo a la democracia. Ese es uno de los pocos compromisos (tal vez el único) que debería tener.
Por ejemplo: ¿es realmente la muerte del cabo Vera una demostración de las guerras del lumpen con la policía? ¿Y si es así, por qué los medios –recojo la teoría de Fernando Paulsen que tiene que ver con que los periodistas sean capaces no solo de reaccionar a los hechos, sino de preverlos (la expone en el tercer comentario de este post que hay en el blog de Andrés Azócar)– no crean un frente que se encargue de reportear estos sucesos desde los mismos barrios, antes, en vez de ir a preguntarle al fiscal encargado del caso, o a la propia policía, una vez que el carabinero ha fallecido? ¿No tendríamos así una justa dosis de realidad, sin exageración pero sin medias tintas tampoco?
Desde luego, este espíritu reporteril-organizativo no solo sirve para las denuncias, sino también para cualquier otro ámbito que caiga en el interés del periodismo, y en buena hora. Sin embargo, al contrario de lo que señala el Arzobispo, a mí me parece que el periodismo de “buenas” noticias goza de buena salud en Chile. No llega a las portadas o a las notas 1, de acuerdo, pero ¿en qué parte del mundo es así? ¿Se puede afirmar que Un Techo para Chile tiene problemas de tacañería mediática para exponer su labor? ¿O que el Ejército en Haití haya sido poco cubierto? Por lo general las universidades sí aparecen en los medios: encuestas, charlas, estudios. Además, ¿por qué habría que destacar que los Tribunales trabajen con apego a la ley, o que el Tribunal Constitucional haga bien su pega? ¿No se supone que “con su deber no más cumplen? Y corríjanme si me equivoco, pero los “acuerdos unánimes” en el Congreso del último tiempo, ¿no se reducen al feriado del 17 de septiembre?
Me parece que más que la cantidad de cobertura que tienen las “buenas” noticias, el problema sigue siendo mismo que tienen las “malas”: cómo se cubren.