Pamuk versus Irving
Libertad de expresión al gusto del consumidor
Libertad de expresión al gusto del consumidor
En Chile, el rechazo al cierre del canal RCTV en Venezuela ha sido generalizado y salvo excepciones como la de nuestro wikisenador Alejandro Navarro, quien tiene unas ganas locas de hacer copy paste de la revolución bolivariana a Chile, hay acuerdo en que es una medida arbitraria. “Felizmente, a diferencia del PRD en México, en Chile la mayor parte de la izquierda criticó la decisión de Chávez. Bien por la izquierda, y bien por el gobierno de Bachelet que salió a criticar, diplomáticamente, pero a criticar al fin la decisión”, dice Patricio Navia en su Referente a partir de un artículo en que Jorge Castañeda se lamenta de la tibieza con que ha reaccionado la comunidad internacional, particularmente sectores de la sociedad mexicana ante la medida.
Aunque lo que ocurre acá en Chile es muy bueno y es lindo que estemos todos tan de acuerdo, es probable que la oposición al cierre del canal también tenga que ver con que por estos lados Chávez cae mal, porque es insolente y entre varias otras trató de pendejo a José Miguel Insulza y cada vez que puede se pone cargoso con la presidenta Bachelet. Si Chávez fuera más querido es posible que Navarro hubiera encontrado más apoyos, porque muchas veces la defensa de la libertad de expresión tiene mucho más que ver con cuán bien me cae lo que se está tratando de censurar que con el principio de la libre circulación de ideas. No sería nada de raro encontrar entre quienes han salido a denunciar la censura de Chávez en los últimos días a alguno que esté de acuerdo con sacar a patadas Papavilla del cable, por citar un ejemplo cualquiera.
Tal vez uno de los casos más emblemáticos en los últimos años de cuán políticamente correcta puede llegar a ser la defensa de la libertad de expresión en algunos casos y de lo muy complicado que por otro lado es tomársela en serio ocurrió en Europa en 2005. A fines de ese año dos intelectuales enfrentaban juicios por sus opiniones. Por una parte, el célebre escritor y posterior Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, quien tras una entrevista con un medio suizo fue acusado de atentar contra la identidad de Turquía por referirse al genocidio armenio durante la Primera Guerra Mundial. “Un millón de armenios y 30.000 kurdos fueron asesinados en estas tierras (Turquía) y sólo yo me atrevo a hablar sobre ello”, dijo el novelista e inmediatamente se inició un proceso que amenazaba con tenerlo encarcelado hasta por tres años por hablar de temas tabú en su país.
La campaña internacional a favor del escritor se inició rápidamente y no hubo quien no se horrorizara de que en el siglo XXI se diera una situación tan retrógrada. Escritores como José Saramago, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Umberto Eco, Carlos Fuentes, Salman Rushdie o Mario Vargas Llosa firmaron una declaración de apoyo a Pamuk y acusaron al Gobierno turco de violar los Derechos Humanos. Amnistía Internacional emitió una declaración en contra de la medida y sobre el gobierno turco se dejó sentir la presión de los países de la Unión Europea, club al que Turquía hacía méritos para entrar: "El proceso judicial se convirtió, según analistas, en una prueba de fuego para las aspiraciones de ingreso de Turquía. Para los funcionarios europeos el caso contra el novelista provocaba grandes preguntas sobre la seriedad del compromiso de Turquía con el respeto a la libertad de expresión", explicaba la BBC.
Mientras Pamuk era perseguido por hablar de un genocidio y en el mundo europeo crecía la expectación ante el juicio contra el novelista, en Austria un odioso historiador inglés era perseguido por negar un genocidio. En noviembre de 2005, el muy poco simpático David Irving -quien se ha hecho conocido entre otras cosas porque asegura que Hitler nunca supo sobre el Holocausto o que no hay pruebas de que hubiera cámaras de gas en el campo de concentración de Auschwitz- viajó a Austria para reunirse con un grupo de estudiantes de extrema derecha entre los que causa sensación. Pero antes de llegar a su reunión fue detenido a raíz de dos discursos que había pronunciado 16 años antes en ese mismo país, en los que había negado el Holocausto, un delito penado con la cárcel en Austria.
Tratándose de un tipo que ha sido acusado de antisemita, de falsear la historia y que ha dicho cosas como que "murieron más mujeres en el asiento trasero del auto de Edward Kennedy en Chappaquiddick que las que murieron en la cámara de gas Auschwitz", su encarcelamiento no conmovió a nadie, sin embargo, hubo algunos como Brendan O'Neill que hicieron notar que por más despreciables que fueran las palabras de Irving, mandarlo a la cárcel por ellas era tan contrario a la libertad de expresión como encerrar a Pamuk por las suyas. "La libertad de expresión es para todos, incluso para David Irving", dijo el periodista Charles Glass en el Independent mientras que en The Guardian, Timothy Garton Ash rechazó las leyes sobre la memoria como la austriaca y aseguró que "nadie puede legislar la verdad histórica". Aunque se habló bastante del asunto, la liberación de Irving no se convirtió en una causa masiva, los intelectuales no salieron a juntar firmas, ni hubo presión internacional.
Los resultados en los juicios también fueron distintos. El de Pamuk, proyectado para diciembre de 2005, primero se pospuso y finalmente en enero fue cancelado y el proceso archivado. Un mes más después, Irving fue condenado a tres años de cárcel. Sus abogados apelaron y después de 400 días preso, a fines de 2006, fue liberado y expulsado de Austria con la prohibición de volver a pisar ese país. Desde entonces anda suelto, diciendo las mismas leseras, con la única diferencia que después del caso es un poco más celebre y se siente un poco más víctima.
Aunque lo que ocurre acá en Chile es muy bueno y es lindo que estemos todos tan de acuerdo, es probable que la oposición al cierre del canal también tenga que ver con que por estos lados Chávez cae mal, porque es insolente y entre varias otras trató de pendejo a José Miguel Insulza y cada vez que puede se pone cargoso con la presidenta Bachelet. Si Chávez fuera más querido es posible que Navarro hubiera encontrado más apoyos, porque muchas veces la defensa de la libertad de expresión tiene mucho más que ver con cuán bien me cae lo que se está tratando de censurar que con el principio de la libre circulación de ideas. No sería nada de raro encontrar entre quienes han salido a denunciar la censura de Chávez en los últimos días a alguno que esté de acuerdo con sacar a patadas Papavilla del cable, por citar un ejemplo cualquiera.
Tal vez uno de los casos más emblemáticos en los últimos años de cuán políticamente correcta puede llegar a ser la defensa de la libertad de expresión en algunos casos y de lo muy complicado que por otro lado es tomársela en serio ocurrió en Europa en 2005. A fines de ese año dos intelectuales enfrentaban juicios por sus opiniones. Por una parte, el célebre escritor y posterior Nobel de Literatura, Orhan Pamuk, quien tras una entrevista con un medio suizo fue acusado de atentar contra la identidad de Turquía por referirse al genocidio armenio durante la Primera Guerra Mundial. “Un millón de armenios y 30.000 kurdos fueron asesinados en estas tierras (Turquía) y sólo yo me atrevo a hablar sobre ello”, dijo el novelista e inmediatamente se inició un proceso que amenazaba con tenerlo encarcelado hasta por tres años por hablar de temas tabú en su país.
La campaña internacional a favor del escritor se inició rápidamente y no hubo quien no se horrorizara de que en el siglo XXI se diera una situación tan retrógrada. Escritores como José Saramago, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Umberto Eco, Carlos Fuentes, Salman Rushdie o Mario Vargas Llosa firmaron una declaración de apoyo a Pamuk y acusaron al Gobierno turco de violar los Derechos Humanos. Amnistía Internacional emitió una declaración en contra de la medida y sobre el gobierno turco se dejó sentir la presión de los países de la Unión Europea, club al que Turquía hacía méritos para entrar: "El proceso judicial se convirtió, según analistas, en una prueba de fuego para las aspiraciones de ingreso de Turquía. Para los funcionarios europeos el caso contra el novelista provocaba grandes preguntas sobre la seriedad del compromiso de Turquía con el respeto a la libertad de expresión", explicaba la BBC.
Mientras Pamuk era perseguido por hablar de un genocidio y en el mundo europeo crecía la expectación ante el juicio contra el novelista, en Austria un odioso historiador inglés era perseguido por negar un genocidio. En noviembre de 2005, el muy poco simpático David Irving -quien se ha hecho conocido entre otras cosas porque asegura que Hitler nunca supo sobre el Holocausto o que no hay pruebas de que hubiera cámaras de gas en el campo de concentración de Auschwitz- viajó a Austria para reunirse con un grupo de estudiantes de extrema derecha entre los que causa sensación. Pero antes de llegar a su reunión fue detenido a raíz de dos discursos que había pronunciado 16 años antes en ese mismo país, en los que había negado el Holocausto, un delito penado con la cárcel en Austria.
Tratándose de un tipo que ha sido acusado de antisemita, de falsear la historia y que ha dicho cosas como que "murieron más mujeres en el asiento trasero del auto de Edward Kennedy en Chappaquiddick que las que murieron en la cámara de gas Auschwitz", su encarcelamiento no conmovió a nadie, sin embargo, hubo algunos como Brendan O'Neill que hicieron notar que por más despreciables que fueran las palabras de Irving, mandarlo a la cárcel por ellas era tan contrario a la libertad de expresión como encerrar a Pamuk por las suyas. "La libertad de expresión es para todos, incluso para David Irving", dijo el periodista Charles Glass en el Independent mientras que en The Guardian, Timothy Garton Ash rechazó las leyes sobre la memoria como la austriaca y aseguró que "nadie puede legislar la verdad histórica". Aunque se habló bastante del asunto, la liberación de Irving no se convirtió en una causa masiva, los intelectuales no salieron a juntar firmas, ni hubo presión internacional.
Los resultados en los juicios también fueron distintos. El de Pamuk, proyectado para diciembre de 2005, primero se pospuso y finalmente en enero fue cancelado y el proceso archivado. Un mes más después, Irving fue condenado a tres años de cárcel. Sus abogados apelaron y después de 400 días preso, a fines de 2006, fue liberado y expulsado de Austria con la prohibición de volver a pisar ese país. Desde entonces anda suelto, diciendo las mismas leseras, con la única diferencia que después del caso es un poco más celebre y se siente un poco más víctima.
10 Comments:
Lo de los armenios es para una clase de ética y poder. Los medios de comunicación europeos, estadouunideses e incluso israelíes -todos muy admirados- han hecho la vista gorda con el holocausto armenio. por diferentes razones, pero muy influenciadas por políticas de Estado.
Qué el gobierno turco no reconozca el genocidio es una cosa, pero que los medios se dejen seducir por las influencia de otro gobierno, parece patético...De todos, sin duda, los peores son los diarios publicados en Israel. Una nación que vivió el significado del exterminio, se atreva -a tarvés de sus medios- a censurar las críticas al gobierno turco por su indiferencia y no le llame holocausto a la masacre, es triste. De hechos, muchos judios y armenios siente simpatía mutua en su sufrimiento.
El mejor ejemplo lo tiene el The Independent. Hay muchos acciones para poner a este diario en la primera fila del pragmatismo y también en la de la valentia. Son los únicos en Gran Bretaña que mencionan la palabra Holocausto (con mayúscula) para referirse al extermino turco del pueblo armenio.
concuerdo totalmente con el comentario anterior, lo de los armenios es "para una clase de ética y poder", paso un dato, tal vez obvio, pero dato al fin, en la edición chilena de Le Monde Diplomatique se han publicado interesantes artìculos al respecto.
Con respecto a la libertad de expresión cuando me conviene, lamentablemente, al parecer es el criterio que prima en los polìticos chilenos, como bien lo señala la responsable de este blog. Felicito su iniciativa de integrar a sus análisis de medios lo que pasa a nivel internacional, a veces nos encerramos demasiado en lo que ocurre en Chile.
Un apunte: esa joya que es Irving se "sentirá más víctima" pero el hecho es que sí es víctima. Víctima de una tierra de nadie donde un derecho supuestamente universal no se aplica a quienes propugnan o defienden ciertas ideologías.
Es un tema jodido, porque si bien personalmente preferiría a gente como Irving presa o callada, entiendo que el tipo de sociedad que muchos queremos construir pasa por aprender a lidiar y responder con tipos como él.
Si se siguiera esa lógica en Chile, por ejemplo, tipos como Pérez de Harce y Hasbún tendrían que haber pasado ya sus buenos años a la sombra.
Y es muy cierto eso de que en este país defendemos las libertades basados en las simpatías, como lo prueba el hecho de la reacción que nuestra clase política tiene hacia Chávez: hablar del tipo como un virtual dictador no hace saltar los tapones a nadie, pero Fidel Castro (siendo un sanguinario y un cínico de la peor ralea) ha tenido defensores permanentes en la Concertación incluso entre quienes fueron reprimidos directamente por Pinochet.
Somos un país muy poco claro y cínico en estos aspectos y se nota en todos los niveles: desde el cinismo con que Lagos se relacionó con el gobierno de Bush, hasta la información que dan en los colegios ahora sobre Pinochet, que es realmente alucinante considerando todo lo que los cabros han visto en la tele en los últimos seis meses.
esta semana se cumplió un año del cierre de Diario Siete (9 de junio) y una de las cosas que se sacaron en limpio de su desaparición fue la comisión investigadora sobre la asignación del avisaje estatal, presidida por Marco Enríquez-Ominami. Las conclusiones a las que habrían llegado los parlamentarios debieron haber sido dadas a conocer en febrero, sin embargo, hasta la fecha no hay noticias al respecto.
Creo necesario un rol activo del Estado en cuanto a buscar una forma de resguardar y fomentar el pluralismo informativo... y para empezar una discusión seria al respecto, los resultados de la comisión investigadora pueden resultar enriquecedores.
Un saludo a todos los funcionarios que alguna vez formaron ese tremendo (tremendo como sinónimo de notable) equipo de Diario Siete.
Buena reflexión del medio blog para darse cuenta de cómo, al final del día, guste o no, las libertades y derechos van a estar siempre guiadas por una determinada concepción del hombre; y no pueden considerarse aisladamente en términos absolutos, ya que colisionan necesariamente con las demás libertades y derechos.
Así cuando estemos fijando el límite entre una y otra, vamos asumiendo una determinada moral, que en ninguna sociedad va a ser "neutra".
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Estimado Rubén Céspedes: Disculpa si suena mala leche pero ya que mencionas el Le Monde a propósito de libertad de expresión:
1. No he sabido que en ese medio, o desde ese medio, se manifiesten criticando la decisión de chávez.
2. Idem respecto de las innumerables decisiones de castro (amigo cercano de ignacio ramonet) que restringen y limitan la libertad de expresión en Cuba.
"Libertad de expresión cuando me conviene" me parece justamente la consigna de cierta prensa progre, amiga del barbudo, como le monde.
Sin duda que Le Monde Diplomatique, al igual que todos los medios existentes en el planeta, tiene una línea determinada y defiende ciertos principios y regímenes polìticos, como por ejemplo, los de Chávez y Castro. Es cierto que lo ideal sería tener un medio que fuera igual de crítico en todos los temas, pero eso, a mi modo de ver, no existe.
En lo estrictamente personal, también me desagrada la falta de artículos de línea crítica hacia los regímenes de Chávez y Castro que hagan contrapeso a los muchos favorables.
Comparto su comentario.,
Saludos
Rubén: Lo que se dice un gusto conocerte.
Destaca la foto publicada por Punto Final en que salen juntos como hermanos el defensor de las libertades, Ignacio Ramonet, y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
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