El medio blog

Un medio dedicado a los medios.

Monday, January 07, 2008

La muerte de un niño
Por Alfredo Sepúlveda

La última vez que vi, la columna en El Mercurio
“Clemente”, en la que Cristián Warnken se despedía de su hijo de tres años, llevaba más de cuatro mil comentarios. Es, lejos, la columna que más impacto ha tenido desde que la A2 y la A3 dejaron de ser un coto de la derecha y abrieron sus puertas para ponerse más diversas e interesantes hace ya varios años.
Debo decir que, como la gran mayoría de la gente que leyó “Clemente”, lloré al final y hasta fui parte de esos cuatro mil y tantos comentarios. Además, pienso que la columna está bien escrita. Debo decir también que en el calor de la publicación, percibí dos “bandos” divididos, básicamente, por la opinión que tenían sobre el hecho de que el padre doliente se hubiera animado a publicar la columna en vez de llevar la tragedia de una manera privada. Si me preguntan, a mí no me parece mal que Warnken haya escrito la columna, es más: es una demostración de fuerza de un columnista, que incluso frente a lo peor que le puede pasar, se levanta y escribe. Me gustaría también decir que la columna es en el fondo una pieza literaria, no de opinión. Pero creo que el tema en términos mediáticos no es Warnken, sino el tipo de columna que escribió y lo que ella causó.
¿Debe cualquier medio que quiera ser parte de la tradición periodística del primer mundo, acoger los problemas y tragedias personales de sus columnistas?
La pregunta es un poco injusta, porque los medios grandes juegan en todas las ligas: tienen sus Op-Ed, sus revistas del corazón, sus espacios experimentales, su lugar para el humor y si están bien encaminados y con la voluntad de explorar la web 2.0, se dan la maña para intentar formar comunidades. El punto es que es raro ver algo así en el Op-Ed más importante del país. Hubiera sido mucho menos extraño en alguna revista como la Ya o incluso El Sábado, que han publicado columnas de este tipo.
Pero la columna ya está hecha y el efecto es más que interesante. De partida, este particular Op-Ed hizo mucho por la inclusión de El Mercurio en la web 2.0. Ciertamente conectó a distintos lectores, sin distinción política, en la experiencia del dolor, que es una experiencia casi física, y en gran medida religiosa y a veces mística. Apareció también la vertiente religiosa de la comunidad: los comentarios eran más bien viscerales en el sentido de la búsqueda de consuelo. Hice una rápida búsqueda de palabras en los primeros 2010 comentarios: la palabra “Dios” está escrita 756 veces; “fe”, 641 y “ángel” (con y sin acento), 466. Nada de lo que provocó esta columna está para los paladares liberales y laicos, digamos.
De hecho la reacción más curiosa provino el domingo pasado de parte de
Cristóbal Orrego en Reportajes, una pluma de corte religioso ultra católico que alguna vez ha hecho piggybacking de lo que escriben Carlos Peña. En esta ocasión le tocó el turno a Warnken: Orrego le dice qué tiene que pensar y sentir respecto de la muerte de su hijo (ojo con los comentarios a Orrego). Yo no sé si se conocen o no, pero me pareció una falta de respeto. Pero en fin, hablamos de consecuencias e impacto y es verdad que nadie obligó a Warnken a que publicara la columna: se expuso a la plaza pública a la que tanto Orrego como los cuatro mil comentaristas tienen derecho a asistir.

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