El medio blog

Un medio dedicado a los medios.

Wednesday, January 31, 2007

¿Miente Kapuscinski?
por Alfredo Sepúlveda


Me gusta Ryszard Kapuscinski. ¿A quién no? Bibliografía obligatoria en cuanta clase de reportaje existe, referencia para hablar de “calidad”, “profundidad” y “compromiso” en el periodismo, el polaco, fallecido hace unos días en Varsovia a los 74 años, fue testigo de 27 “golpes y revoluciones”, sobrevivió a la malaria y otras enfermedades, despachó sin un peso en los bolsillos sus historias desde olvidados lugares de África, Asia y Latinoamérica y su obra ayudó al renacimiento del género Reportage (en el mundo anglo se emplea así, en francés) en los años ochenta: una suerte de redescubrimiento de los poderes de la no-ficción. Si Truman Capote había inventado esta mezcla de elementos literarios y realidad, y la aplicó a la pequeña historia que gracias a esta técnica daba cuenta de grandes sociedades, Kapuscinski hizo el camino inverso: a través de la gran historia llegó a los pequeños hombres que componen las sociedades.

Kapuscinski no solo escribió y recibió en su casa los aplausos del mundo. Fue también un activo promotor de la idea misma del Reportage y en sus últimos años recorrió el mundo incentivando a otros periodistas a hacer lo que él hacía. Fue cercano a Gabriel García Márquez y, por ende, a la Fundación para el Nuevo Periodismo. Gabo lo presentaba como “maestro”. El polaco manejaba la idea del “doble taller”: uno podía tener un empleo para poder comprar los porotos, que no necesariamente lo llenara ni le gustara; pero en los ratos libres podía dedicarse a seguir su proyecto. Esta segunda parte de la actividad profesional no estaba regida por la exigencia del tiempo y era lo que suele dar sentido a la vida.

Es difícil no comulgar con las ideas de Kapuscinski con respecto al periodismo. El habitual aporreo de la profesión, Kapuscinski lo matizaba con una ventana de esperanza, expresada en el título de uno de sus libros-emblema: “Los cínicos no sirven para este oficio”. No se refiere a los cínicos en tanto mentirosos, sino en la acepción más anglo de la palabra: los descreídos. O sea, al revés de la formación tradicional que reciben los periodistas –mira de lejos, no te comprometas y se objetivo-, Kapuscinski creía que lo que había que hacer era empatizar con lo que uno reportea.

Como todo es tan -qué palabra usar- “puro” alrededor de Kapuscinski, es muy incorrecto pelarlo, sobre todo después de muerto. Pero el hombre tenía detractores, y la principal crítica que le hacían era que lo suyo no era periodismo. Por eso, tras su muerte, Slate publicó un impopular artículo titulado “Las mentiras de Ryszard Kapuscinski o, si usted prefiere, el Realismo Mágico del recién fallecido maestro”. La referencia al Realismo Mágico es una vuelta de tuerca cínica –es decir, que no sirve para este oficio- al obituario del New York Times, que señalaba que la escritura del polaco a menudo estaba teñida de Realismo Mágico: una manera diplomática, según Jack Shafer, de Slate, de decir que Kapuscinski mentía en sus libros.

Shafer se basa en un artículo de John Ryle, ex editor de antropología del Times Literary Suplement que documenta una serie de imprecisiones en las obras del polaco. No son pocas, ni “menores”, como se dice. “Generalmente”, dice Ryle, “no hay testigos externos de los eventos que Kapuscinski reporta. Como lo afirma de una manera algo inmodesta en La guerra del fútbol: ‘Iba por un camino del cual decían que ningún hombre blanco había regresado’”.

En El Emperador, por ejemplo, un libro sobre la Etiopía del emperador Haile Selassie, Kapuscinski pone a la corte refiriéndose al soberano con títulos honoríficos que no existen en el idioma local; o dice que el monarca no leía, en circunstancias que tenía una biblioteca gigante. En Ébano, su capítulo sobre Etiopía no hace ninguna referencia al libro anterior ni aprovecha la oportunidad de precisar datos que a esa altura ya no era necesario mantener en el anonimato por razones de seguridad de las fuentes. En este mismo libro Kapuscinski asegura que en las culturas Dinka y Nuer de Sudán es pecado matar ganado, y que viven solo de la leche; cosas que no son ciertas. También presenta a Sudán como una antigua colonia británica cuando, en realidad, era parte de una administración conjunta entre el Reino Unido y Egipto.

Hay otras referencias al estilo superlativo que Kapuscinski usa en sus descripciones, pero lo que más le molesta a Ryle, sobre todo en Ébano, es la generalización que hace de un continente entero en circunstancias que hay bibliotecas enteras y bien documentadas a donde el polaco pudo recurrir para despejar sus dudas. “Aquí, en los dominios del mito, en un reino que la alfabetización no ha tocado, donde los sujetos jamás responden, un reportero se ve libre de las ataduras de las fechas y los datos, del tedio de comprobar y comprobar de nuevo, de la tiranía de los documentos y registros. Aquí los hechos dejan de ser sagrados; estamos en un bosque de fantasmas libres para opinar y generalizar sobre África y Los africanos –e inventar-, sin crítica de estudiosos, o indígenas o autodenominados guardianes de lo factual. Para Ryszard Kapuscinski, parece, este es el corazón del continente. Aquí, en lugar de hechos, hay mutabilidad; en vez de reportage, relativismo. Desde este lugar, en lo profundo de una África imaginaria, el escritor puede regresar con el cuento que desee”.

Nadie que conozca la obra de Kapuscinski podría disputar a Ryle el hecho de que al polaco no le gustaban los hechos ni los datos. Es una condición del estilo Kapuscinski cierto desdén por lo factual. “No es que la historia no se exprese” en las noticias normales que salen en la prensa, cita el obituario del NYT a Kapuscinski. “Es lo que rodea a la historia. El clima, la atmósfera de la calle, el sentimiento de la gente, los rumores del pueblo, el olor, los miles y miles de elementos que son parte de los sucesos sobre los cuales lees 600 palabras en el diario”.

Esta pelea sobre la línea entre la ficción y la realidad tiene un largo recorrido, pero últimamente ha llamado más la atención, sobre todo después de los enredos del New York Times (éste y éste), y el caso de James Frey, el tipo que escribió un best-seller sobre sus años como drogadicto para después ver cómo se sabía que había inventado parte de los acontecimientos. Durante el lanzamiento del libro de Frey en Chile presencié una interesante discusión sobre ficción, realidad y la mezcla entre ambas: creo que los asistentes, en su mayoría amigos míos, más bien exculpaban a Frey, y no se complicaban con que algo que se presentaba como “hechos reales realísimos” no lo fuera. Yo tuve mis dudas y las sigo teniendo: me molesta que se presente como real lo que no es por más que, al final del día, el resultado total de ese texto sea una realidad mucho más compleja y “verdadera” que lo que otorga la objetividad. Pero por otro lado, mi propia experiencia batiéndome con la biografía de O’Higgins que estoy escribiendo me hace sostener que ninguna buena biografía es el currículum de su retratado y que al final del día lo que yo pienso de O’Higgins debe ser en mi libro más importante que lo que piensa, por ejemplo, Jaime Eyzaguirre en el suyo.

No sé. En la defensa de Kapuscinski que publicó Slate (en realidad volvieron a subir una columna del año 2003), Meghan O’Rourke dice lo siguiente: “Después de todo, al contrario de lo que se ve en los diarios, el periodismo literario busca construir o conjurar (conjure up, no me sé ese idiom) una realidad más ancha: transportarnos a un mundo. Estas no son noticias del tipo quién, qué, cuando, cómo, por qué, sino noticias como aquellas que V.S. Naipaul dijo que solo una novela puede entregar; noticias que resuenan con la potencia de su presentación. Segregar el hecho de la ficción hace cojear innecesariamente a los periodistas literarios”.

Aparte de recordarnos que los grandes periodistas que uno admira (Talese, Mailer, Mitchell) han hecho aquello de lo que se acusa a Kapuscinski, O’Rourke intenta responder por qué molesta que Kapuscinski no haya sido todo lo prolijo que se requiere en, por ejemplo, El Emperador. “Es posible”, dice, “que nuestra fijación por darle a los hechos la categoría de bien supremo y por mantener el periodismo y la ficción en las antípodas, haya creado una división rígida y problemática de los géneros: una que podría impulsar a los escritores a mentir (...) Quizás el problema es en parte que nuestra cultura no tiene una etiqueta para este tipo de trabajos y que, ya que somos criaturas sistemáticas, necesitamos etiquetas. Incluso tal vez requiramos de un nuevo género de revistas, a medio camino entre el hecho y la ficción”.

Es, sostiene O’Rourke, cosa de los periodistas aplicar juicio y criterio en cada caso. No porque haya idiotas mentirosos compulsivos, gente como Mailer, Capote, Mitchell o Kapuscinski debería quedar fuera.

Tuesday, January 30, 2007

Un golpe fallido

En su recomendable blog, el periodista Luis Argandoña comenta el artículo de Ximena Pérez Villamil el domingo en Reportajes de La Tercera. Ahí la periodista que antes trabajaba en el Sábado, y que ahora colabora con distintos medios, publicó un artículo con la verdadera historia del golpe que ella no dio. Según cuenta en ese reportaje ella supo lo de los falsos títulos de la ex subsecretaria de Chiledeportes, Catalina Depassier, antes que Nicolás Monckeberg y de hecho fue ella la que le pasó el dato. Pese a eso, la denuncia terminó conociéndose en una entrevista que dio el diputado en El Mercurio y no a través de ella.

Pérez Villamil no le gusta nada que sus entrevistados le mientan y después de leer el artículo que publicó en La Tercera, si yo fuera autoridad o personaje público me cuidaría de hacerlo. La conversación con Depassier que reprodujo (y que se realizó en diciembre) demuestra que la ex subsecretaria no se arrugaba para falsear su historial académico y por ende que su breve paso de un semestre por la Universidad de Chile no se convirtió en una licenciatura por un error de tipeo del encargado de la página web del gobierno, sino porque así se presentaba la ex subsecretaria.

Puede que en otras profesiones sea distinto, pero en periodismo tener una información reservada y que otro la publique, es justo lo que uno no quiere que pase. Según Argandoña, todo esto revela que la revista Paula, que fue el medio para el que originalmente Pérez Villamil entrevistó a Depassier, habría decidido “no hacer periodismo duro”, crítica que me parece algo injusta porque al momento de cerrar la entrevista la Universidad de Chile no había contestado las preguntas que se le habían hecho sobre el paso de Depassier por la institución. ¿Qué iban a hacer? ¿Publicar un rumor que la aludida desmentía tajantemente? Lo otro que propone Argandoña es que en Paula pararan las prensas porque tenían un posible golpe entre manos, pero, ¿cómo iban a adivinar que la Universidad de Chile justo les iba a contestar al día siguiente y no en una semana o en un mes más? Yo siempre he creído que las Paula son un poco brujas, pero no creo que puedan predecir el futuro.

Lo que sí es más curioso es que una información que investigó una periodista la termine denunciando un político. Y ahí si concuerdo con Lucho: ¿por qué una vez chequeada la información no fue publicada en Paula o en otro lado? En vez de eso Pérez Villamil le confirmó los datos a Monckeberg para que él se luciera con la denuncia. Quizás no hubo tiempo, ningún medio quiso correr el riesgo de publicar o simplemente se les pasó. Esa parte no está en el artículo del domingo.

Tuesday, January 16, 2007


En 1774 Goethe publicó la novela Los sufrimientos del joven Werther, en la que un joven enamorado se suicida al darse cuenta de que nunca podrá tener a su amada Carlota. Tras leer el exitoso libro una serie de lánguidos jóvenes europeos siguieron el mismo camino de Werther y se quitaron la vida. Para evitar que los suicidios cundieran en Leipzig se prohibió vender la novela, en Copenhague impidieron su publicación mientras que las autoridades de Milán compraron y destruyeron todas las copias.
El de Werther es el primer caso documentado de contagio masivo de suicidio a través de una publicación, razón por la cual a veces se conoce a ese fenómeno como “efecto Werther”. Actualmente hay numerosos estudios que indican que efectivamente hay una relación entre la aparición de suicidios en los medios de comunicación y el incremento temporal de casos, especialmente en adolescentes. La razón es que las personas que están deprimidas y con mayor predisposición al suicidio, pueden sentirse identificadas con el caso presentado en los medios (ya sea porque tienen alguna característica en común, como edad o porque se trata de una celebridad o personaje público) y pueden intentar seguir el mismo camino.
Los ejemplos son numerosos: en 1998 un habitante de Hong Kong se suicidó con un método poco común, hecho que fue ampliamente difundido por la prensa y televisión. Durante el mes siguiente se produjeron nueve casos similares, dos meses después era el tercer método más utilizado y el segundo dos años después. En los 18 meses posteriores a un publicitado caso en el metro de Viena, se produjeron otros 22 suicidios en el mismo espacio, más del doble de los suicidios ocurridos durante los tres años previos al incidente.
Pero, al mismo tiempo las cifras cayeron después de que los medios acordaron fijar ciertos límites en la cobertura de estos hechos. Por eso, actualmente numerosos diarios y cadenas de noticiad como la BBC que cuentan con directrices para cubrir los suicidios, lo que obviamente no significa obviar el tema sino que tomar ciertas precauciones. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, elaboró un manual para periodistas que deben cubrir estos casos.
En Chile en los últimos meses nos hemos enterado de que se han quitado la vida cuatro menores de edad: Pamela Pizarro (13 años) en Iquique, Mayaleaska Obzaldrón (16) en Talca, José Manuel Leiva (12) en Santiago y por último Thiare Ahumada (7) en Antofagasta. Al mismo tiempo dicen las autoridades en el área que los casos están aumentando y que entre 1990 y 2000 se habría duplicado. Por eso no está demás, tener en cuenta ciertas recomendaciones para abordar esa situación, que en general son las mismas en todas partes:
- La desinformación o censura del suicidio no contribuye. El tema es cómo se informa.
- El suicidio nunca es el resultado de un solo hecho o situación por lo que no simplifique las razones. (Decir que la niñita Thiare se suicidó porque no la dejaron seguir andando en bicicleta es un ejemplo de eso).
- Dar demasiados detalles sobre los métodos y procedimientos que siguió la persona que se suicidó incita y facilita la copia. Lo mismo el sensacionalismo, los grandes titulares y las fotos explícitas.
- La cobertura de un suicidio es también una oportunidad de dar información útil para quienes necesitan ayuda. A dónde acudir, y cómo reconocer a alguien en situación de riesgo.

Monday, January 15, 2007

Tiempo de cambios

Mucho le ha cambiado la vida a la tradicional Revista de Libros de El Mercurio en los últimos 12 meses. Durante años fue un suplemento que circulaba los viernes y cuyas páginas iban limpiecitas, sin avisos, lo que según se decía era gracias a una suerte de alianza estratégica con la Papelera.
Tras asumir la dirección de El Mercurio Cristián Zegers le pidió a editores y directivos una reunión para evaluar el diario, reunión de la que la Revista de Libros salió muy mal parada (lo que quizás demuestra que una de las grandes dificultades de El Mercurio son sus propios editores. Buena o mala, la revista literaria está muy lejos de ser el principal problema que enfrentaba El Mercurio al momento de asumir Zegers).
Tiempo después el suplemento dejó de circular los viernes y comenzó a aparecer adentro del Artes y Letras los domingos. Si antes su contacto hacia arriba era Paula Escobar, dueña del feudo de las revistas mercuriales quien intervenía bastante en la publicación, desde entonces pasó a ser parte del territorio del editor dominical, Carlos Schaerer. Pese a eso, el Artes y Letras y la Revista de Libros mantuvieron sus editores y equipos y siguieron funcionando en forma independiente tanto en términos de pauta como de páginas.
Pero no se equivocaron los que presagiaron que eso no iba a durar. Desde hace dos semanas que las páginas de la Revista de Libros se han comenzado a fundir con las de Artes y Letras (los más tristes son los coleccionistas del suplemento literario, que me he enterado de que existen) y la ya mencionada revista empieza a convertirse en una sección más del suplemento cultural. Todo esto coincide además con la renuncia de la editora, Cecilia García Huidobro, quien estuvo a cargo del suplemento literario cerca de 10 años. Hasta donde se sabe hasta ahora al interior del diario, García Huidobro no tendrá reemplazante y la Revista de Libros quedará en manos de un coordinador.

Monday, January 08, 2007

Medios y corrupción

Complicadas están las cosas con los casos de corrupción. Primero porque hay dos visiones sobre el estado de este mal en Chile. Unos piensan (la derecha principalmente) que está extendido, mientras que buena parte de la Concertación y el gobierno (excepto Schaulsohn, Flores y unos cuantos más) dicen que son simplemente “lunares” (guacala).

Girardi Guido, que ahora sabemos que está muy enfermo, aseguró ayer en El Mercurio que a partir de su reconocimiento de los problemas en su rendición de campaña se ha construido “una despiadada y mezquina campaña de desprestigio, una pasada de cuenta de distintos actores”. Detrás de ese montaje -aunque él no usa esa palabra que quedó algo desprestigiada después de que Pablo Longueira le diera como tarro- están los que se sienten agredidos por su “incansable defensa de los chilenos que no tienen voz”. ¿Quiénes? “He tenido una querella y críticas muy duras de las Isapres porque las he cuestionado. He cuestionado a las AFP, he tenido luchas ambientales muy duras, se intentó judicializar eso y sacarme del Congreso. Digámoslo claramente: esto es parte de una operación más global de la derecha para desacreditarme”. (Casualmente se le olvida mencionar su participación en el caso Spiniak, el principal motivo porque una parte de la derecha, la UDI, lo odia. Después de todo se vio envuelto en un confuso incidente con un menor de edad, L.Z., quien lo acusó de regalarle unas zapatillas para que denunciara la participación de políticos en las fiestas)
De todos modos, la aparente operación de la derecha para destruirlo habría sido eficiente: la aprobación de Giradi cayó 19 puntos en la última encuesta CEP.

Lo curioso es que esos mismos genios de las comunicaciones que han logrado destruir la imagen del senador PPD, suben solo cuatro puntos en esa misma encuesta por lo que varios columnistas, entre otros, Max Colodro y Carlos Peña, recalcan la ineptitud de la oposición, incapaz de rentar de la crisis concertacionista. “Por fortuna para la coalición gobernante, la oposición pareciera seguir orbitando en otro planeta, no mostrando aún ni la más mínima destreza para capitalizar los costos que este cuadro supone para su adversario. En rigor, la Alianza por Chile ha dado en estos meses una prodigiosa lección de impericia, derivada de una falta total de diseño para responder a los desafíos que impone el actual cuadro de deterioro y de enervamiento en los partidos de gobierno”, dice Colodro. Peña por su parte explica que el aumento de la aprobación de Michelle Bachelet está relacionado con “el pésimo papel de la derecha”. Así es que de manejo comunicacional nada. (Tal vez también habría que considerar que la encuesta se realizó justo los días previos y posteriores a la muerte de Pinochet, el peor lastre con que carga ese sector).
En otra línea, otros varios piensan que el desprestigio que sufre actualmente la política es en buena parte culpa de los medios: claro, con tal de sacar titulares llamativos, están dispuestos a todo, incluso a poner en riesgo nuestro sólido el sistema institucional. En esa línea creo que va el llamado de atención que hizo la presidenta Bachelet tras la publicación de un artículo sobre la corrupción en Chile en el Miami Herald. “A veces se tiende a resaltar más lo malo y olvidar lo bueno, y yo creo que no hay que perder la perspectiva: lo bueno en Chile es mucho más que lo malo”, dijo la mandataria.

Pero otra forma de verlo sería pensar que el hecho de que los casos de corrupción se conozcan es un síntoma de salud del sistema. Un ejemplo: en 1993 bastó que La Nación titulara "Reabren caso cheques del hijo de Pinochet" para que, "boinazo" de por medio, se acabara la investigación. Una década después, en el año 2004, con Pinochet fuera de la comandancia en jefe, nos enteramos de que el probo general tenía guardada una cuantiosa fortuna en el banco Riggs. El tema fue ampliamente cubierto, la opinión pública se indignó, se inició una investigación judicial pero no hubo ninguna amenaza al orden institucional, síntoma de la normalidad en las relaciones cívico militares y el afiatamiento de la democracia. Por eso dan más desconfianza los llamados a moderar el tono y los arreglos por la puerta chica entre la clase política (cosa que aquí no pasa ¿no es cierto?), que los distintos actores hagan la parte del trabajo que creen que les corresponde.
Además, si bien los medios le han dado gran cobertura de los casos de corrupción, no fueron ellos, al menos no en todos los casos, los que “reventaron” el problema, aunque hay que admitir que las declaraciones de Boeninger, Schaulsohn y Martner en El Mercurio han contribuido a desordenar la Concertación. Pero esas entrevistas que para una parte de los políticos son una prueba más de que los medios son unos miserables, orquestados por la derecha y dispuestos a destruirlo todo, en el mundo periodístico son consideradas más bien aciertos y creo que se las hubiera querido cualquiera.

La Tercera respondió a estos temas con “Corrupción, cambio cultural y prensa”, su editorial del domingo: “Cuando la sociedad está exigiendo un aumento en el nivel de transparencia de sus dirigentes públicos, actuar con los mismos estándares del pasado -como rehusarse a someterse al escrutinio ciudadano, atribuir las denuncias a un clima artificial creado por adversarios políticos o ver conspiraciones en la divulgación de informaciones desfavorables por parte de la prensa- es un grave error”. Toda la razón le encuentro yo. Solo agregaría que eso también obliga a los medios a ser cada vez más rigurosos sencillamente porque los que se sienten atacados responden y ahí tienen ustedes a Gonzalo Martner reclamando que no dijo lo que El Mercurio dice que dijo, a José Auth, secretario general del PPD, que denunció en la Nación que El Mercurio le había ofrecido una entrevista, con la condición de que culpara a la Concertación de usar los gastos reservados y al diputado Jaime Mulet, que dice que se va a querrellar contra el dueño de Copesa, Álvaro Saieh, y su director Cristián Bofill, por una nota en la que ese diario informó que la fiscalía indaga un posible traspaso de platas desde Chiledeportes a su campaña interna en la DC. En algunos casos, como el de Mulet, los hechos van a demostrar quién tiene la razón, pero en episodios como el de Martner o Auth es más complicado: es la palabra de unos contra otros, una guerra por la credibilidad, y hay que reconocer que ni los periodistas ni los políticos tienen muy buen rating entre la opinión pública.

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